sábado, 21 de junio de 2014

The Cartoonist: Cartas de Amor.


Vivimos en una época en la que todo es para ahora. Todo es “ya” y no hay más “mañana” que “hoy”. Consumimos cultura como si fueran golosinas. Vemos películas y series, leemos libros y cómics, escuchamos discos y siempre tenemos el cuchillo afilado para degollar al autor en el mismísimo momento en el que terminamos de disfrutar de su obra. Tenemos el Twitter y el Facebook continuamente activado en modo “crítico erudito ON”, y no perdemos más tiempo del necesario en hacer un análisis detallado y exhaustivo de lo que sea que acabamos de contemplar, como si nos quemaran los dedos para teclear en nuestro Smartphone las ya clásicas palabras “sobrevalorado” u “obra maestra absoluta”. No tenemos medio minuto libre para dejarlo reposar en nuestro cerebro, ni mucho menos para analizar los porqués de que esta obra en concreto haya salido así. O de cuál es la historia que hay detrás de lo que acabamos de ver.

“The Cartoonist” nos mete en esas bambalinas de lo que se esconde detrás de las páginas de un tebeo. De lo que ocurre entre las viñetas. A través de él, navegamos a lo largo y ancho de la vida de Jacob y Peter Simmons, padre e hijo a los que el tiempo ha distanciado hasta llegar a ese insalvable punto de no retorno, en el que la muerte hace de las suyas y las primaveras se extinguen sin poder ser recuperadas ni prorrogadas. No es como en “Rosa y Javier” (la anterior y genial obra de Paco Hernández), en la que todavía queda un resquicio de esperanza para la redención, para salvar una relación que parecía insalvable, aunque sea sobre la bocina. Aquí, el tiempo ha pasado y todo lo que queda es un hijo que ya es padre, y que ha de aprender a conocer y comprender al suyo para poder serlo. 


Paco Hernández y Daniel Cardiel nos muestran las vicisitudes de la vida de esta gente que produce estos tebeos que tanto nos gusta leer, venerar y crucificar. Nos relatan la sobrehumana entrega al trabajo que conlleva, las dificultades para poder conciliar vida y trabajo y los sacrificios que se deben hacer por llegar a donde se quiere llegar, y no perder lo que no se quiere perder por el camino. Jacob Simmons puede inspirarse mayormente en Will Eisner (quien realiza un maravilloso cameo), pero en realidad es una amalgama de las trayectorias vitales de muchas personas que admiramos hasta el extremo, y de las que desconocemos por completo lo que han tenido que pasar para poder darte esas páginas que tan rápido devorarás para pasar a las siguientes. 

Pero, sobre todo, lo que representa “The Cartoonist” para el que esto escribe es una carta de amor. Una preciosa carta de amor hacia un medio tan ignorado y despreciado antaño como tan de moda ahora. Paco y Daniel bucean en su historia, nos brindan multitud de pequeños detalles y homenajes que sólo el verdadero amante del mundillo sabrá captar y valorar como lo que realmente son: una reverencia hacia un arte que ha marcado las vidas de muchos, y al que le debemos buena parte de lo que somos hoy en día. “The Cartoonist” hace que quieras seguir leyendo cómics, escribiendo cómics, dibujando cómics o incluso criticando cómics, ¿por qué no? “The Cartoonist” hace que quieras formar parte de ese mundo. Sea como sea. 


En su segunda obra, Paco vuelve a jugar con las historias pequeñas que cuentan una historia mayor. Para ello, recurre como en “Rosa y Javier” a los flashbacks y a diversos personajes secundarios que enriquecen y dan matices a la trama. Sin embargo, en “The Cartoonist”, el guionista sube el nivel, tanto de complejidad como de ambición sin que, a pesar de lo arriesgado del reto, la historia se resienta. De hecho, es difícil separarse del tebeo una vez comenzado, y eso es prueba más que suficiente del buen hacer del escritor. Eso sin contar la que, para mi gusto es la mayor virtud de este autor: sabe llegarte a la fibra sin resultar manipulador. Sin hacer trampas ni hacerlo forzado. Paco trata los sentimientos y las relaciones humanas de tal modo que, aunque a priori puedas temer que se hunda en el pozo de la sensiblería, lo esquiva de manera envidiable. Ya pasaba en su primera obra, con un tema con el que era muy fácil caer en eso, y pasa de nuevo aquí. Y, sinceramente, son pocos los tebeos que han llegado a hacer que se me asome alguna lagrimilla. Sólo los de grandes autores, que ahora mismo son historia del medio. 

¿Y qué decir de Daniel Cardiel? Pues, básicamente, que ya era hora de que alguien le diera la oportunidad de poder lucirse y publicar una obra como ésta. Dani nos regala viñetas para el recuerdo, homenajes, cameos y multitud de detalles que demuestran, no sólo su calidad como artista, sino el mimo y cariño que pone en cada trazo. Sólo espero que pueda volver a gastarme el dinero en algo dibujado por él, porque siempre merecerá la pena. 

Son pocas las obras que destilan tanto amor por un medio hoy en día. Son menos aún las obras que hacen que el tiempo se pare, o que juegue con tus recuerdos a través de los recuerdos de otro. Que queramos que, en esta época de locura y prisas, durante un minuto eterno, las horas no transcurran. Eso es lo que consiguen Paco y Daniel con “The Cartoonist”. Y eso, amigos míos, sólo se puede deber a una cosa. 

Magia. 















 PD: Y, dejando a un lado la reseña, Las Entidades os tenemos que dar las gracias, Paco y Dani, porque, cada viñeta en la que aparecemos Entiman y Entiwoman como personajes, nos enamora el alma. Y que sepáis, entifans todos, que (y perdonadme el spoiler) en este cómic sale el ya celebérrimo símbolo entidoso. Entre otros entiguiños, claro. Vamos, que si ya es compra recomendable, para vosotros es obligada. ¿Estamos? ¡¿Estamos?!