Veo la pantalla. Hay mucho donde elegir, y para todos los gustos. Me decido y saco mi pasaje para el primer destino. Puede ser curioso. Uy, cuánta gente de época veo por aquí. Y yo que me he dejado mi vestimenta victoriana en la otra maleta. Esperemos que no sea requisito indispensable. Entro y me encuentro con un over-booking tremendo, pero bueno, Entiwoman y yo tenemos nuestro asiento reservado, y de ahí nadie nos va a mover. Al rato, llegamos a nuestro primer destino.
Si algo destaca nada más llegar es la ambientación. Pocas veces el Londres victoriano ha sido tan espléndidamente recreado en una pantalla grande, merced a una mezcla de CGI y decorados reales más que lograda. Pero si una palabra se te viene a la cabeza al salir del mundo de “Sherlock Holmes”, que Guy Ritchie ha convertido en franquicia del nuevo siglo (demostrando que, de proponérselo, el Hollywood actual podría hacer franquicias hasta de “Mary Poppins”, con precuelas y todo, y aún así ganarían dinero) es “química”. Más allá del misterio que los guionistas proponen al archiconocido detective, más allá de los baches de ritmo o descubrir que el asesino es el mayordomo, es la química de la pareja protagonista la que hace destacable el film. Unos Robert Downey Jr. y Jude Law en estado de gracia, que actúan con total naturalidad, y haciendo suyos unos personajes que tantas reinterpretaciones han sufrido desde su creación. Su relación de amistad-matrimonio marca el devenir de toda la trama, y es lo que destaca cuando ésta comienza a volverse enrevesada o a excesivamente alargada. Ese toma y daca es constante, remitiéndonos en todo momento a la excelente serie de televisión que protagoniza un trasunto del mismo personaje en la actualidad (que, por más que se desarrolle en un hospital, las personalidades, manías y relación amor-odio entre los protagonistas beben de los manuscritos de Conan Doyle más que muchas adaptaciones cinematográficas), eleva la categoría de la película de mero divertimento pirotécnico a algo con un poco más de enjundia. A lo que ayuda que la mano de un director tan personal como Guy Ritchie deje su impronta en semejante blockbuster navideño, evitando así dar lugar a otro producto impersonal que podía haber firmado cualquiera de los realizadores con ínfulas de hermano Coen que pueblan el Hollywood actual, y que no llegan a ser ni medio Michael Bay. Como sucediera con Nolan en Batman, o Jackson (Peter) en ESDLA, Ritchie hace suya esta recién creada saga fílmica, dejando su impronta tanto estética (esas ralentizaciones, ese Londres gris presente en toda su filmografía (“Barridos por la Marea” no entra en esta categoría, para ello debería ser película …)) como narrativa (voz en off, pequeños flashbacks insertados a lo largo de todo el relato…) en una obra destinada a arrasar con los bolsillos del medio mundo que no está viendo gigantes azules. Si a esto sumamos un par de solventes actores de reparto (Mark Strong y Rachel McAdams), una de las mejores bandas sonoras de Hans Zimmer, entretenimiento constante, buena compañía, palomitas y nachos, el viaje merece muy mucho la pena.
Haciendo trasbordo después de este Londres victoriano, sufrimos un largo viaje más allá de confines conocidos por el hombre. ¡Madre mía, esto sí es overbooking y no lo de Sherlock! ¡Debemos de haber pillado temporada alta! Hombre, no es de extrañar, ya que si largo ha sido el viaje para nosotros, para su responsable debe de haber sido eterno. 10 años después, entre documentales y experimentos con nueva tecnología, James Cameron se volvió a poner detrás de una cámara para rodar su “Avatar”, la que con el tiempo se ha convertido previsiblemente en la película más taquillera de la historia. Son muchas las cosas que se han dicho sobre Pandora, los Na’vis y los expertos guionistas que después de ver esta peli salen hasta de debajo de las piedras. Y la mayoría son ciertas, así que reiterar los mismos datos una y otra vez sería aburriros tanto a vosotros como a nosotros. ¿Enti-conclusiones na’vi fundamentales? “Avatar” se trata de una obra que recupera el sentido de ver las películas en una pantalla grande, de ir al cine. Estéticamente apabullante, con un poderío visual cada vez más difícil de encontrar en el cine de hoy en día, y unos efectos especiales nunca vistos, “Avatar” supone un nuevo paso en la evolución del CGI hiperrealista. Y ya. El principal problema de “Avatar” es el resto. No es que su guión beba de numerosas fuentes (ni es el primero ni será el único, todas las historias ya han sido contadas mil veces antes), “Avatar” no falla por ser un Pocahontas intergaláctico. El problema de “Avatar” es la causa de su éxito planetario: que su guión es un producto de marketing destinado a contentar a todo el mundo. Nunca arriesga a nivel argumental, nadie podrá ponerle un reproche porque todo lo que sale en pantalla está mundialmente aceptado, y lo que menos busca Cameron es crear polémica, sino que el boca a boca del espectador ocasional sea excelente. Los Na’vis contentan a todos los sectores: tiene escenas de acción, romance, mensaje ecologista, una bonita fotografía (que es lo que conquista al público), un efecto 3D que asusta (y más si no has visto una película 3D nunca, que es el caso del 90% que ha ido a verla al cine), una banda sonora que no estorba (ni ayuda, ni da dramatismo tampoco)… “Avatar” lo tiene todo para satisfacer al público, y así lo ha hecho. Pero desde luego, lo único revolucionario que ofrece es su envoltorio. Una buena película, que pasará a la historia por haber supuesto un punto y aparte en la forma en la que vemos el cine palomitero, por poner de moda el 3D para todo (Harry Potter, Furia de Titanes, Green Lantern…), y que merece la pena ver en un cine, pero que muestra de manera excesivamente obvia y facilona sus intenciones de desbancar a Titanic como película número uno de la historia. Y es que Cameron podrá ser lo que quiera, pero de tonto no tiene un pelo. Vámonos de Pandora, que ya la volveremos a ver en su secuela.
Salimos del avión. Miramos que nos ofrece la pantalla de “Salidas”, cuál puede ser un buen destino. Intentar decidir nosotros mismos a dónde queremos ir, que nadie nos lo imponga. Y desde luego, no pasar nuestra vida metidos en un avión, como le ocurre al personaje que vemos por ahí, corriendo de un lado a otro de al terminal. Después de “Gracias por Fumar” y “Juno”, Jason Reitman volvía a las pantallas acompañado por George Clooney en “Up in the Air”. Un retrato de un hombre que, al igual que el Aaron Eckhart de su ópera prima, desempeña un trabajo por el que será odiado toda su vida, pero que alguien debe llevar a cabo: es un profesional del despido. Empresas de todo el mundo requieren sus servicios para despedir a empleados a los que ellos no se atreven a despedir. Así, el personaje de Giorgio pasa toda su vida en el aire, sin nada ni nadie que le ancle a tierra. Hasta que la vida comienza a darle mensajes cada vez más claros de que puede que sea hora de aceptar un cambio de rumbo. Reitman mantiene las señas de identidad que hicieron destacar sus anteriores films: un montaje cuidado y ágil, un guión sólido con personajes carismáticos, una crítica a la sociedad actual, y un constante sabor agridulce de “esta no es la vida que me gustaría vivir, pero es la que tengo”. Lo único que diferencia “Up in the Air” de las anteriores es que la mala leche de aquellas salta menos a simple vista. Es decir, el guión transmite la misma malsana ironía que “Gracias por Fumar”, pero el mensaje se desliza a través del metraje más que lanzarlo a la cara de manera estridente. Lo que no la hace mejor ni peor, sólo más madura. Un reparto con mucha química (a Clooney se le unen como protagonistas Anna Kendrick y Vera Farmiga, aparte de una pléyade de excelentes secundarios como J.K. Simmons, Sam Elliott y Zach Galifianakis) acompañando a un más que interesante guión, dirigido con pulso firme por un Reitman cada vez menos promesa y más realidad, hacen de “Up in the Air” uno de los destinos más apetecibles de la cartelera.
¿Próximo destino? Hmm, hay tantas opciones …
Si algo destaca nada más llegar es la ambientación. Pocas veces el Londres victoriano ha sido tan espléndidamente recreado en una pantalla grande, merced a una mezcla de CGI y decorados reales más que lograda. Pero si una palabra se te viene a la cabeza al salir del mundo de “Sherlock Holmes”, que Guy Ritchie ha convertido en franquicia del nuevo siglo (demostrando que, de proponérselo, el Hollywood actual podría hacer franquicias hasta de “Mary Poppins”, con precuelas y todo, y aún así ganarían dinero) es “química”. Más allá del misterio que los guionistas proponen al archiconocido detective, más allá de los baches de ritmo o descubrir que el asesino es el mayordomo, es la química de la pareja protagonista la que hace destacable el film. Unos Robert Downey Jr. y Jude Law en estado de gracia, que actúan con total naturalidad, y haciendo suyos unos personajes que tantas reinterpretaciones han sufrido desde su creación. Su relación de amistad-matrimonio marca el devenir de toda la trama, y es lo que destaca cuando ésta comienza a volverse enrevesada o a excesivamente alargada. Ese toma y daca es constante, remitiéndonos en todo momento a la excelente serie de televisión que protagoniza un trasunto del mismo personaje en la actualidad (que, por más que se desarrolle en un hospital, las personalidades, manías y relación amor-odio entre los protagonistas beben de los manuscritos de Conan Doyle más que muchas adaptaciones cinematográficas), eleva la categoría de la película de mero divertimento pirotécnico a algo con un poco más de enjundia. A lo que ayuda que la mano de un director tan personal como Guy Ritchie deje su impronta en semejante blockbuster navideño, evitando así dar lugar a otro producto impersonal que podía haber firmado cualquiera de los realizadores con ínfulas de hermano Coen que pueblan el Hollywood actual, y que no llegan a ser ni medio Michael Bay. Como sucediera con Nolan en Batman, o Jackson (Peter) en ESDLA, Ritchie hace suya esta recién creada saga fílmica, dejando su impronta tanto estética (esas ralentizaciones, ese Londres gris presente en toda su filmografía (“Barridos por la Marea” no entra en esta categoría, para ello debería ser película …)) como narrativa (voz en off, pequeños flashbacks insertados a lo largo de todo el relato…) en una obra destinada a arrasar con los bolsillos del medio mundo que no está viendo gigantes azules. Si a esto sumamos un par de solventes actores de reparto (Mark Strong y Rachel McAdams), una de las mejores bandas sonoras de Hans Zimmer, entretenimiento constante, buena compañía, palomitas y nachos, el viaje merece muy mucho la pena.
Haciendo trasbordo después de este Londres victoriano, sufrimos un largo viaje más allá de confines conocidos por el hombre. ¡Madre mía, esto sí es overbooking y no lo de Sherlock! ¡Debemos de haber pillado temporada alta! Hombre, no es de extrañar, ya que si largo ha sido el viaje para nosotros, para su responsable debe de haber sido eterno. 10 años después, entre documentales y experimentos con nueva tecnología, James Cameron se volvió a poner detrás de una cámara para rodar su “Avatar”, la que con el tiempo se ha convertido previsiblemente en la película más taquillera de la historia. Son muchas las cosas que se han dicho sobre Pandora, los Na’vis y los expertos guionistas que después de ver esta peli salen hasta de debajo de las piedras. Y la mayoría son ciertas, así que reiterar los mismos datos una y otra vez sería aburriros tanto a vosotros como a nosotros. ¿Enti-conclusiones na’vi fundamentales? “Avatar” se trata de una obra que recupera el sentido de ver las películas en una pantalla grande, de ir al cine. Estéticamente apabullante, con un poderío visual cada vez más difícil de encontrar en el cine de hoy en día, y unos efectos especiales nunca vistos, “Avatar” supone un nuevo paso en la evolución del CGI hiperrealista. Y ya. El principal problema de “Avatar” es el resto. No es que su guión beba de numerosas fuentes (ni es el primero ni será el único, todas las historias ya han sido contadas mil veces antes), “Avatar” no falla por ser un Pocahontas intergaláctico. El problema de “Avatar” es la causa de su éxito planetario: que su guión es un producto de marketing destinado a contentar a todo el mundo. Nunca arriesga a nivel argumental, nadie podrá ponerle un reproche porque todo lo que sale en pantalla está mundialmente aceptado, y lo que menos busca Cameron es crear polémica, sino que el boca a boca del espectador ocasional sea excelente. Los Na’vis contentan a todos los sectores: tiene escenas de acción, romance, mensaje ecologista, una bonita fotografía (que es lo que conquista al público), un efecto 3D que asusta (y más si no has visto una película 3D nunca, que es el caso del 90% que ha ido a verla al cine), una banda sonora que no estorba (ni ayuda, ni da dramatismo tampoco)… “Avatar” lo tiene todo para satisfacer al público, y así lo ha hecho. Pero desde luego, lo único revolucionario que ofrece es su envoltorio. Una buena película, que pasará a la historia por haber supuesto un punto y aparte en la forma en la que vemos el cine palomitero, por poner de moda el 3D para todo (Harry Potter, Furia de Titanes, Green Lantern…), y que merece la pena ver en un cine, pero que muestra de manera excesivamente obvia y facilona sus intenciones de desbancar a Titanic como película número uno de la historia. Y es que Cameron podrá ser lo que quiera, pero de tonto no tiene un pelo. Vámonos de Pandora, que ya la volveremos a ver en su secuela.
Salimos del avión. Miramos que nos ofrece la pantalla de “Salidas”, cuál puede ser un buen destino. Intentar decidir nosotros mismos a dónde queremos ir, que nadie nos lo imponga. Y desde luego, no pasar nuestra vida metidos en un avión, como le ocurre al personaje que vemos por ahí, corriendo de un lado a otro de al terminal. Después de “Gracias por Fumar” y “Juno”, Jason Reitman volvía a las pantallas acompañado por George Clooney en “Up in the Air”. Un retrato de un hombre que, al igual que el Aaron Eckhart de su ópera prima, desempeña un trabajo por el que será odiado toda su vida, pero que alguien debe llevar a cabo: es un profesional del despido. Empresas de todo el mundo requieren sus servicios para despedir a empleados a los que ellos no se atreven a despedir. Así, el personaje de Giorgio pasa toda su vida en el aire, sin nada ni nadie que le ancle a tierra. Hasta que la vida comienza a darle mensajes cada vez más claros de que puede que sea hora de aceptar un cambio de rumbo. Reitman mantiene las señas de identidad que hicieron destacar sus anteriores films: un montaje cuidado y ágil, un guión sólido con personajes carismáticos, una crítica a la sociedad actual, y un constante sabor agridulce de “esta no es la vida que me gustaría vivir, pero es la que tengo”. Lo único que diferencia “Up in the Air” de las anteriores es que la mala leche de aquellas salta menos a simple vista. Es decir, el guión transmite la misma malsana ironía que “Gracias por Fumar”, pero el mensaje se desliza a través del metraje más que lanzarlo a la cara de manera estridente. Lo que no la hace mejor ni peor, sólo más madura. Un reparto con mucha química (a Clooney se le unen como protagonistas Anna Kendrick y Vera Farmiga, aparte de una pléyade de excelentes secundarios como J.K. Simmons, Sam Elliott y Zach Galifianakis) acompañando a un más que interesante guión, dirigido con pulso firme por un Reitman cada vez menos promesa y más realidad, hacen de “Up in the Air” uno de los destinos más apetecibles de la cartelera.
¿Próximo destino? Hmm, hay tantas opciones …
6 comentarios:
¡¡¡PRIIIIIIIIIIIIIIME!!!
Madremíaquesihabíaoverbooking... la leche, malditos sábados por la tarde y sesiones light de Guru!!! xDDD
Qué gran película Sherlock... qué grandes Jude Law (^^) y Robert Downey Jr, a pesar de no ser santo de mi devoción. La verdad es que los diálogos entre los dos eran la leche. Me encantó, no lo voy a negar. Y la música ya... no digo nada. Qué lovely irish!!! ^^
Avatar... pues eso, ni la he visto ni creo que la vea. Eso sí, Up in the air... me tienta. Mucho.
¿Lo próximo? Quién sabe... ¿Los hombres que miraban fijamente a las cabras? ;)
Bueno, ¿qué decir?
Coincido en lo que comentáis de Sherlock, revitalizado con frescura y dos protagonistas bordando sus respectivos roles.
Avatar cumple con creces y da una lección de entretenimiento, la historia es la propia de aventuras y no hay por qué alzarse contra ella (como bien comentáis), y en cuanto a Reitman & Co., que sigan así mucho más.
¡Saludos Entis!
¡Nos vemos en la próxima Terminal!
A mi la verdad Avatar me decepciono, me parece que no llega ni de lejos a lo que el señor Cameron prometia ( no la vi en 3D por cierto ) la de Sherlock Holmes me encanto, la verdad. A las 2 las hice reseña en mi blog cuando las vi. La de Up in the Air no la he visto. ¿Mi proximo destino? Lo tengo claro: Alicia, de Tim Burton. ¡No pienso perdermela!
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