jueves, 27 de agosto de 2009

Vida en Polvo: Vientos de Cambio


Como ya había dicho anteriormente, nunca estuve seguro de haber entablado algún diálogo con mi compañero de viaje a través del frío. Aquel viejo oso nunca volvió a despertar del sueño, durante el cual pronunció las palabras que cambiaron por completo mi vida, y mi actitud hasta el momento.

“A la otra mota de polvo que acogí antes que tú. Muy maja ella, muy maja, sí. Buscaba a un tal Jimmy, ¿lo conoces?”

Era ella. Aquella mota a la que llamé “mamá”, aquella que se dirigió a mí por mi nombre. Tenía que ser ella. Nadie más sabía quién era yo, y para colmo, me torturaba no saber el porqué ella parecía saber tanto de mí. Decidí que, como bien decía aquel oso, ya era hora de largarme de allí.

Pero la mañana llegó, y yo estaba solo. Sin cobijo para poder avanzar a través de un viento que me cortaba como cuchillas y me desmenuzaba a cada intento de escapar de allí, me quedé al refugio de mi ex – compañero, hasta que el frío escampara. Y tardó mucho en escampar. Pasaron días, perdí la poca noción del tiempo que conservaba y todo se convertía poco a poco en un borrón. No me enteraba de nada hasta que un día, caí rendido.

Aquel furgón olía a suciedad y pólvora. Fue lo primero que noté nada más despertar, ese ambiente cargado, y ese traqueteo del coche que parecía ser el responsable de que volviera a estar en pie. Dos hombres reían a carcajadas a mi lado, mientras señalaban con orgullo al oso que tan poco conocía, y que al final, tanto me había ayudado. Presumían de haber cazado una pieza de gran valor, que les daría una gran recompensa después de tanto esfuerzo y de haber pasado tanto tiempo sufriendo ese insoportable frío gélido. No estábamos en aquel furgón sólo nosotros: más animales se apilaban a nuestro alrededor, como si fueran poco más que moquetas. Aquella imagen era demasiado para mí, así que decidí refugiarme donde pude e intentar ignorar todo lo que me rodeaba.

Debieron ser unas pocas horas las que pasaron hasta que llegamos al avión. Todavía me encontraba muy débil, así que decidí no intentar escapar hasta que hubiera recobrado fuerzas. Al recoger al animal en el que me refugiaba para colocarlo en el avión, caí sin poder evitarlo. Me encontré solo, en el suelo, y esta vez sin nada ni nadie que me protegiera. No corría ni una ligera brisa en aquel recinto cerrado, así que nada podía hacer por moverme, más que esperar a que el avión despegara.

De repente, un hombre salió del avión. Su apariencia era bastante extraña, la más extraña de cuantas había visto hasta entonces. Con la cabeza tapada por un sombrero de copa, un abrigo rojo que destacaba por encima de todo lo demás, y un bigote excesivamente retorcido, comenzó a deambular entre los animales y sus cazadores con la mirada perdida, como si buscase algo que había perdido y esperara que eso diera señales de vida. Sin haber emitido un solo sonido y cerrando los ojos, comenzó a soplar. En todas las direcciones, sin rumbo fijo. Miles de motas de polvo que por allí se depositaban salieron volando, haciendo toser a los sorprendidos cazadores, pero no a aquella figura que, sin pestañear, dirigió su mirada hacia donde yo estaba. Como ya había hecho antes, volvió a soplar y, junto con un puñado de compañeras poco habladoras, salí despedido al compás del viento. Sin embargo, el señor me capturó al vuelo con ambas manos y, acercándome hacia sus dilatadas pupilas me dijo:

- Has sido una mota la mar de escurridiza, querido Jimmy.

No podía ser. Si ya era extraño que otra mota supiera mi nombre, ¿cómo iba un humano a conocerlo? ¿A saber de mí? Era imposible.

- Debes de estar cansado, permíteme que te de buen reposo hasta que recuperes fuerzas. Tenemos que hablar de negocios.

Acto seguido, levantó su sombrero de copa, dejando entrever una densa melena morena. Me llevó en su palma de la mano hacia su cabeza, y me dejó caer entre sus rizos, donde me acurruqué dispuesto a descansar. El hombre hizo la oscuridad tapándose la cabeza, mientras daba indicaciones a los otros dos para que siguieran cargando el avión. Sin previo aviso, cuando ya estaba a punto de vencerme el sueño, noté que algo o alguien me rozaba. Lo último que oí antes de dormirme fue una familiar voz femenina a mi espalda:

- Ya te dije que tenías cara de Jimmy.

1 comentario:

Dark Phoenix dijo...

Ooooooooooohhh!!! Jimmy ha vuelto!!! y sigue tan entrañable y achuchable como siempre... qué monoooo!!! ^^

Menos mal que Jimmy ya ha sido rescatado del frío.. a ver cómo evoluciona ahora!! Me gusta!! ;)

Saludetes y... ¡¡PRIME!! xDD