viernes, 22 de mayo de 2009

Vida en Polvo: Tiempos Gélidos.



A día de hoy todavía no entiendo por qué llamé mamá a aquella perfecta desconocida. Quizás porque, aparte de Toby, nadie se había dirigido a mí con ese tono cariñoso y amable, como si ya nos conociéramos desde mucho antes de esa noche. Consciente de mi tremenda metedura de pata, decidí no esperar a su reacción, y tomar la primera corriente hacia el norte. Había comprobado ya que las fiestas y las aglomeraciones no eran lo mío. Me hacían sentir aún más pequeño de lo que en realidad era. Quizás era lo normal, mi vida tampoco me había dado muchas alegrías hasta entonces, y mucho menos amistades verdaderas. Comencé a pensar que quizás estaba destinado a estar sólo, a buscarme la vida por mi cuenta. Lo que había hecho desde que nací. Así evitaría un final tan terrible como el de mi amigo.

Viajé hasta tierras frías, rodeado de blanco y animales mullidos en los que refugiarme. Un sitio en el que ninguna mota se atrevería jamás a poner una mínima partícula, ya que pocos lugares existían tan poco polvorientos como aquel. Simplemente quería estar sólo por un tiempo, alejado de cualquiera que pudiera hacerme daño.

Sin embargo, una imagen comenzó a repetirse en mi cabeza. Aquella perfecta desconocida cada vez era más perfecta en mi mente. Comencé a recordarla, a pensar el la estupidez que había hecho al dejarla allí plantada, y en cómo las luces de neón definían perfectamente su sonrisa aquella noche. En cómo dijo mi nombre, con un tono de ingenuidad e intención. Ella, sin saberlo, sin conocerla de nada, me hizo cambiar de idea. Me impuse como objetivo escapar de aquel frío destierro al que me había destinado yo mismo, y mover cielo y tierra para buscarla.

Sin embargo, mi vida empezaba a acostumbrarse a ponerme las cosas difíciles. Ninguna ráfaga me sacaba de allí, el frío polar me llevaba en círculos y cada vez me encontraba más débil para moverme de mi hogar, un viejo oso polar con el que nunca terminé de llevarme bien.

Más que no llevarme bien, nunca estuve muy seguro de llegar a entablar algún diálogo con él. Los años de caza y huída de los hombres que lo perseguían lo habían vuelto paranoico. Hablaba sólo, nunca se lavaba y perdía muchísimo pelo, por culpa de lo cual, cada vez estábamos más expuestos, especialmente yo. No era un hogar perfecto, pero en ese momento no podía escapar de él sin acabar formando parte de un montón de nieve.

Una noche como otra cualquiera, en sueños el oso habló:

- ¡Eh tú! ¿No va siendo hora de que te largues de aquí?

Como no había nadie más en los alrededores, deduje que hablaba conmigo. Me acerqué lo más que pude a su oreja para que pudiera oírme bien.

- No puedo salir de aquí.

El oso seguía hablando en sueños, con los ojos cerrados y farfullando cada palabra.

- Paparruchas. No haces más que quejarte. La que estuvo aquí antes de ti no era tan llorona.

- ¿A quién se refiere?

- A la otra mota de polvo que acogí antes que tú. Muy maja ella, muy maja, sí. Buscaba a un tal Jimmy, ¿lo conoces?

7 comentarios:

Warrior dijo...

Ha estado muy interesante la historia de jimmy, tarde un rato en acordarme que jimmy es una particula, je estaba confundido luego cai en la cuenta.

Me gustan estas historias.

saludos.

Dark Phoenix dijo...

Ooooohhhhh!!! Qué tierno el inicio de esta historia!!!

Y es que con Jimmy todo mejora!!

Necio Hutopo dijo...

Anda pues... Surrealistas nos hemos puesto un poco, no?

Locke dijo...

Paparruchas

Laura dijo...

Siempre se te ve muy tierno y dulce cuando te pones a animar cosas inanimadas. Pero con Jimmy te has lucido ^^

Getzsemane Ament dijo...

¡¡Jimmy!!
Pobre Jimmy, mi peluda y querida motita de polvo...

¡Se fuerte!

Jimmy dijo...

Gracias a todos. La verdad es que me alegra un montón que os gusten tanto estos pequeños fragmentos. Lo siento mucho por haber tardado tanto en escribir, pero las motas italianas son muy acaparadoras. Ah, y las próximas entregas serán más felices :D

¡Hola Getzse! ¡Se fuerte tú también! Muchos besos