Desde siempre, la muerte ha sido concebida por el hombre como una de las mayores incógnitas de nuestra existencia. Aún hoy, esta cuestión se reconoce como una de las principales causas de la aparición de las diferentes religiones en las antiguas civilizaciones. Sin embargo, gracias al progreso que la era de la información ha traído consigo, la ciencia actual es capaz de explicar el fallecimiento de una persona como la consecuencia directa del desgaste de su organismo. Aun así, las preocupaciones que antaño circundaron la idea de la muerte no han desparecido, sino que ahora se encuentran plenamente enfocadas al único aspecto al que la ciencia y el conocimiento no han conseguido otorgar una razón certera: ¿qué es del ser humano tras su muerte?
En primer lugar, resulta inquietante observar cómo, a pesar de que hoy en día las respuestas a la cuestión del más allá se presentan de formas ampliamente divergentes, la mayoría de los miembros de nuestra sociedad busca su explicación con similar perseverancia que aquellos que viven en los países considerados subdesarrollados. Se advierte así que se trata de una cuestión independiente de la situación social y cultural de la persona, ya que es inherente a todo ser humano. Si bien es cierto que aquellos con un mayor nivel cultural pueden acceder al conocimiento de un gran número de explicaciones filosóficas y teleológicas de esta índole, esto no asegura mayor certeza en sus suposiciones de las que pueda alcanzar quien no haya leído nunca un libro. Como consecuencia, existen infinitas y diversas explicaciones, aunque la mente humana tiende, inexplicablemente, a mostrarse adepta a aquellas socialmente aceptadas por la costumbre, que residen en la fe religiosa y sus tradiciones.
De igual manera, cabe destacar el gran número de pensadores que orientan toda su producción literaria y filosófica a debatir sobre este tema y llegar a una respuesta coherente para el mismo. A menudo la literatura otorga una visión de la vida tras la muerte basada en la descripción de parajes etéreos e imaginarios donde residen nuestras almas tras abandonar el mundo corpóreo. Éste es el caso de la mitología griega y de su laguna Estigia, por la que Caronte trasladaba el alma de los difuntos hasta su último destino, el Inframundo. Posteriormente, esta visión descriptiva sería retomada durante el Renacimiento italiano por Dante, quien, a través de La Divina Comedia, aborda esta visión desde un punto de vista mucho más teatral. “! Oh vosotros, los que entráis, abandonad toda esperanza! ”, reza la inscripción a las puertas de un infierno atestado por las almas de todos aquellos que no han logrado la paz celestial. Con estos ejemplos, aparentemente similares, se hace patente la relevancia de estas tradicionales explicaciones en las costumbres y ritos de las civilizaciones.
Asimismo, podemos señalar el existencialismo de posturas como la del filósofo Friedrich Nietzsche, cuyo pensamiento se contrapone a las concepciones anteriores. Su filosofía se fundamenta en la ausencia de Dios y, con ella, la negación de todos los aspectos que conlleva en religiones como la cristiana, cuya moral se basa en la idea de la resurrección. Al contrario, éste clama la inutilidad de plantearse cuestiones como la de la vida tras la muerte, de las que jamás obtendremos una respuesta segura. No obstante, para que exista el más allá, debe existir también una sustancia inmaterial que sobreviva al cuerpo cuando llega la muerte. Pero, ¿existe en verdad esta alma o espíritu encargado de preservar en su memoria todos nuestros actos para, tras la muerte, ser recompensados o castigados por ellos?
Es aquí donde residen las dudas e inquietudes de aquellos que, tal y como hiciera Nietzsche, señalan esta creencia en el más allá como una invento impulsado por religiones como el cristianismo o el judaísmo con objetivo de ejercer su autoridad sobre la humanidad. De esta manera se fundamentan, además, las diversas concepciones religiosas acerca de la superioridad del hombre respecto al resto de seres vivos, o la necesidad de una moral capaz de controlar los actos y el pensamiento del hombre.
Sin embargo, al adoptar una postura totalmente diversa, cabe preguntarse por la utilidad de la creencia en la vida tras la muerte, puesto que, a pesar de que ser conscientes de que se trata de una concepción carente de toda lógica desde el punto de vista biológico, ésta no ha desaparecido completamente de nuestras tradiciones. Y es muy probable que nunca lo haga, debido a la función que poco a poco se ha revelado como su máximo justificante: dar consuelo. Porque es ante la muerte donde aparecen todos nuestros miedos. Nuestro temor a que la desaparición de un ser querido sea irremediable y total se ve, en cierto modo, aliviada por la idea de un posible reencuentro con éste tras nuestra propia muerte.
En primer lugar, resulta inquietante observar cómo, a pesar de que hoy en día las respuestas a la cuestión del más allá se presentan de formas ampliamente divergentes, la mayoría de los miembros de nuestra sociedad busca su explicación con similar perseverancia que aquellos que viven en los países considerados subdesarrollados. Se advierte así que se trata de una cuestión independiente de la situación social y cultural de la persona, ya que es inherente a todo ser humano. Si bien es cierto que aquellos con un mayor nivel cultural pueden acceder al conocimiento de un gran número de explicaciones filosóficas y teleológicas de esta índole, esto no asegura mayor certeza en sus suposiciones de las que pueda alcanzar quien no haya leído nunca un libro. Como consecuencia, existen infinitas y diversas explicaciones, aunque la mente humana tiende, inexplicablemente, a mostrarse adepta a aquellas socialmente aceptadas por la costumbre, que residen en la fe religiosa y sus tradiciones.
De igual manera, cabe destacar el gran número de pensadores que orientan toda su producción literaria y filosófica a debatir sobre este tema y llegar a una respuesta coherente para el mismo. A menudo la literatura otorga una visión de la vida tras la muerte basada en la descripción de parajes etéreos e imaginarios donde residen nuestras almas tras abandonar el mundo corpóreo. Éste es el caso de la mitología griega y de su laguna Estigia, por la que Caronte trasladaba el alma de los difuntos hasta su último destino, el Inframundo. Posteriormente, esta visión descriptiva sería retomada durante el Renacimiento italiano por Dante, quien, a través de La Divina Comedia, aborda esta visión desde un punto de vista mucho más teatral. “! Oh vosotros, los que entráis, abandonad toda esperanza! ”, reza la inscripción a las puertas de un infierno atestado por las almas de todos aquellos que no han logrado la paz celestial. Con estos ejemplos, aparentemente similares, se hace patente la relevancia de estas tradicionales explicaciones en las costumbres y ritos de las civilizaciones.
Asimismo, podemos señalar el existencialismo de posturas como la del filósofo Friedrich Nietzsche, cuyo pensamiento se contrapone a las concepciones anteriores. Su filosofía se fundamenta en la ausencia de Dios y, con ella, la negación de todos los aspectos que conlleva en religiones como la cristiana, cuya moral se basa en la idea de la resurrección. Al contrario, éste clama la inutilidad de plantearse cuestiones como la de la vida tras la muerte, de las que jamás obtendremos una respuesta segura. No obstante, para que exista el más allá, debe existir también una sustancia inmaterial que sobreviva al cuerpo cuando llega la muerte. Pero, ¿existe en verdad esta alma o espíritu encargado de preservar en su memoria todos nuestros actos para, tras la muerte, ser recompensados o castigados por ellos?
Es aquí donde residen las dudas e inquietudes de aquellos que, tal y como hiciera Nietzsche, señalan esta creencia en el más allá como una invento impulsado por religiones como el cristianismo o el judaísmo con objetivo de ejercer su autoridad sobre la humanidad. De esta manera se fundamentan, además, las diversas concepciones religiosas acerca de la superioridad del hombre respecto al resto de seres vivos, o la necesidad de una moral capaz de controlar los actos y el pensamiento del hombre.
Sin embargo, al adoptar una postura totalmente diversa, cabe preguntarse por la utilidad de la creencia en la vida tras la muerte, puesto que, a pesar de que ser conscientes de que se trata de una concepción carente de toda lógica desde el punto de vista biológico, ésta no ha desaparecido completamente de nuestras tradiciones. Y es muy probable que nunca lo haga, debido a la función que poco a poco se ha revelado como su máximo justificante: dar consuelo. Porque es ante la muerte donde aparecen todos nuestros miedos. Nuestro temor a que la desaparición de un ser querido sea irremediable y total se ve, en cierto modo, aliviada por la idea de un posible reencuentro con éste tras nuestra propia muerte.
"Aquel que tú crees que ha muerto, no ha hecho más que adelantarse en el camino."
Séneca
Séneca
6 comentarios:
¡Vaya tema!.... En lo personal creo que si debe haber algo más allá de la muerte; el hecho de solo existir por existir me parece un desperdicio tremendo.
Fui educada en el catolisismo, pero por ahora sigo mi propia, libre y cómoda interpretación del mismo; la cual, entre otras cosas, no cree en los castigos divinos ni en quemarse en las entrañas del infierno.
Creo que cuando uno muere, su alma (o energia si lo prefieres) se funde con la de sus seres queridos que ya han muerto para formar un todo perfecto.
Y que conste que no estoy fumando un porro.... aunque lo parezca. ;P
Pues ya que estáis con el tema, JUSTAMENTE AHORA me estaba acabando de leer un fantástico libro de José Saramago: Las intermitencias de la muerte.
Imaginad, que pasaría si después de la última campanada de fin de año nadie más muriera? Pues eso es lo que se nos plantea, lectura entretenida, y recomendada :)
Pues yo no creo que haya nada mas allá de la muerte.
Te mueres,tus organos se pudren,son devorados por los gusanos hasta que solo queden los huesos y,finalmente,estos huesos se hacen polvo.Lo demás es pura literatura.
Vaya vaya...parece que este tema os motiva,no pensé k os lo tomaríais tan en serio xDD.
Gaby:Wow,m gusta tu "libre y cómoda interpretación". Muy bonita sí señor...Aunque no se si creerme lo del porro.:P
Conner Kent:Joer, hoy estais profundos.Me gusta eso d k no muera nadie,aunque seguramente acaba pintando más feo de lo k parece,no?jeje. Agradecemos encantados la recomendación!
Thor:Rotundo,pero igual de aceptable que el resto de posturas.Creo que todos tenemos días en los que pensamos así, aunque, como dice Gaby "resultaría un desperdicio tremendo"si solo fueramos esto...Aun así, seguramente tienes razón,que triste no?
Weeno, m voy yap, m alegro de que esto os motive a comentar.Pocos comentearios,pero con contenido...
PD:Acaba de terminar Big Fish en la tele.Qué peli más bonita...Y en realidad tambien tiene algo k ver con el tema del post,no creeis?
Besitos^^
Volveré!!
buen post!
yo creo ke al morir "akello" ke nos da vida pasa a formar parte de un colectivo...de ke clase? ni idea XD... pero creo ke se recicla con cada nuevo nacimiento
y morir no me da miedo, pero si me da terror la forma en ke lo haga,ke hay cosas ke hacen mucha pupa
saludos!
Muy buen tema... La verdad, no se si hay algo despues de la muerte, en realidad nadie lo sabe.. pero me gusta pensar, que hay algo depsues de eso, que tu vida no termina con la muerte
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